lunes, 13 de junio de 2016

La Juventud, el Postconflicto y la Alianza Verde.





La condición juvenil en el siglo XXI está marcada nivel mundial por tres elementos comunes: precariedad, incertidumbre y desencanto (Reguillo 2010).  Es el resultado de un sistema económico excluyente, del desarraigo de una cultura prefabricada y consumista,  de la angustia producida por una sociedad de ritmo vertiginoso pero en la cual no todos triunfan, es el mundo sin utopías, sin grandes sueños, es el imperio de la realpolitk, la dictadura técnica del mercado.

La juventud, una palabra que encierra una serie compleja de significados, condiciones,  circunstancias pero que en última instancia constituye una fase transitoria  hacia la consecución de la adultez, de la ciudadanía, de la independencia y del gobierno que cada individuo debe lograr sobre su propio destino. Una época repleta de conflictos, pruebas, rituales, expectativas, frustraciones. Un momento decisivo en la existencia de cada individuo.

La juventud se enfrenta hoy a un mundo globalizado, volcado hacia el consumo y la producción desmedida, depredador del medio ambiente, mercantilizado y sumamente competitivo. Hoy se le exige al joven que sea un emprendedor de sí mismo, que se autodiscipline y autoregule para el mercado, esto sumado a la precarización y flexibilización laboral ha llevado a lo que autores de la antropología moderna denominan una como un nuevo tipo de alienación, la alienación cognitiva, donde hay una mayor explotación del trabajo, del cuerpo y de los sentidos pero sin  garantías, ni derechos.

La juventud colombiana está atravesada a su vez por la violencia del conflicto armado y de la criminalidad. En el campo vemos como se reclutan a menores para las filas de ejércitos irregulares y en las comunas populares, el joven sin más oportunidades y opciones, termina atrapado en el círculo vicioso de: drogas, delincuencia y control territorial.  La muerte se convirtió en el común denominador de una juventud pobre, excluida y llena de conflictos.

Desde el punto de vista cultural, los jóvenes cuentan con unos referentes muy restringidos de lo que debe considerarse éxito personal: sujetos altamente individualistas y bien cualificados, dedicados únicamente al trabajo y las finanzas, desentendidos de las problemáticas de su entorno, ciegos y mudos frente a los debates y las controversias públicas, apolíticos, apáticos y ensimismados en sí mismos.
Por otro lado en Colombia tenemos también una cultura lumpen, que permea todas las clases sociales pero que tiene su base en los sectores más humildes de la sociedad, aquellos víctimas directas de la industria del narcotráfico, la extorción y la guerra. La cultura del “patrón”, de la violencia, del dinero sucio, de la intolerancia.

Cultura que incluso ha logrado influenciar el enfoque de recientes producciones televisivas y cinematográficas, donde se proyectan hechos de la historia del país desde una perspectiva distorsionada y mitológica, que no solo rinden tributo al bandido y a sus hazañas non-sanctas, sino que las embellece estéticamente, fabricando una memoria histórica apologética del delito y a favor del victimario.

La Alianza Verde, desde su óptica democrática, pluralista y propositiva, debe buscar mecanismos y desarrollar iniciativas para consolidar la paz, debe luchar en el Posconflicto por el trabajo decente, por la educación y la salud como derechos fundamentales, por desprivatizar los servicios públicos, por brindarle al joven mayores oportunidades. La Alianza Verde debe ser abanderada en la defensa y promoción de los derechos de los jóvenes, debe apoyar sus iniciativas culturales y convertirse en un referente y en un espacio para que los jóvenes hagan política.

Una misión fundamental y urgente que tiene la Alianza Verde es el desarrollo de una nueva cultura: la cultura de la participación política, la cultura de la ética y la solidaridad, la cultura de la transparencia, del cuidado del medio ambiente, la cultura de la democracia.

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